"Estamos
llamados a elegir el tipo de vida que queremos tener sin saber qué experiencias
pueden resultar de esas opciones.
Tales
elecciones radicales se manifiestan como crisis en la vida ética, no como
episodios normales de ella. Sin embargo, a medida que son más las personas que
pasan a pertenecer a varios modos de vida, las elecciones de largo alcance de
este tipo tienden a ser más frecuentes. Personas cuyas identidades están
configuradas por varios modos de vida deben intentar resolver sus demandas
conflictivas. […] A medida que hacen estas elecciones, las personas configuran
nuevas identidades por sí mismas, a menudo de maneras que no pudieron haber
previsto.
La
idea de crearse a sí mismo a partir de elecciones no debería confundirse con la
noción subjetivista de la primacía de las preferencias personales. Las
identidades que los sujetos humanos eligen por sí mismos son respuestas a
dilemas no elegidos. La creación de uno mismo nunca es ex nihilo. Ni siquiera nuestras elecciones más radicales son la
expresión de preferencias puramente subjetivas.
Hay
seguramente un sentido en el que nuestros dilemas más radicales sólo pueden
resolverse mediante una decisión. Sin embargo, los contextos en los que tomamos
tales decisiones no son elegidos, sino dictados por el destino. Además, aunque
lo que una persona afronta es una elección del ser que pretende ser, es posible
que el resultado de su elección sea uno que no habría elegido.
Alguien
cuya identidad ha sido configurada por formas de vida que han llegado a
plantearle demandas irreconciliables sólo puede resolver su dilema mediante
unacto de voluntad. Pero ni las circunstancias que dan lugar a su dilema ni las
experiencias que resultan de su elección se determinan por lo que él quiere. A
medida que diferentes sujetos humanos resuelven tales dilemas de maneras
diferentes, nuevas identidades y valores se configuran a partir de las
identidades y valores heredados del pasado.
[…]
No
se puede hacer una lista definitiva de las condiciones que ponen en peligro una
vida humana que merezca la pena vivirse. Aun así, ser torturado o forzado a ser
testigo de la tortura de personas amadas o compatriotas, ser separado de los
amigos, de la familia o del país, ser sujeto a humillación o persecución o
amenazado con el genocidio, estar encerrado en la pobreza o en una mala salud
que se podría evitar…, todos éstos son grandes males para todos los que los
sufren. Si una concepción del bien no incluye estas experiencias, es defectuosa
y hasta engañosa.
Los
relativistas, subjetivistas, y escépticos que piensan que una modificación de
las prácticas o creencias morales puede alterar nuestro juicio sobre estos
males universales han olvidado una verdad hobbesiana fundamental. Cambiar
nuestras creencias sobre nosotros mismos no cambia nuestras necesidades. Los
seres humanos no están hechos de sus opiniones. Todo ser humano corre el riesgo
de sufrir males que pueden hacer que cualquier tipo de buena vida le resulte
difícil o imposible."
John
Gray, Las dos caras del liberalismo. Una
nueva interpretación de la tolerancia liberal. Barcelona: Paidós, 2001.